“Porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia. Pero si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger.” (Filipenses 1: 21, 22.)

Pablo estaba preso por causa de su fe. Esta reclusión tiene que haber sido dura para un hombre activo como él, acostumbrado a viajar. Y se cernía sobre él la sombra de una muerte violenta.

La vida no ofrecía muchos desafíos para el apóstol, ya anciano y preso. Por eso dice con razón, que para él el morir es ganancia. (Pablo no tenía temor de la muerte por cuanto su vida estaba en las manos del Señor.)

Pero veía que los hermanos lo buscaban con gran anhelo de oír de él palabras de salvación. Sabía que su presencia en este mundo era necesaria para la obra del Evangelio.

Anhelaba estar con Cristo, libre de las penas de esta vida. Pero también anhelaba servir a Cristo en la persona de sus amados hermanos.

Yo también, como Pablo, estoy cansado de este mundo. No estoy preso, pero mis fuerzas declinantes me van confinando más y más en mi casa. Quisiera ya descansar en espera del Señor. Pero veo tanta necesidad del conocimiento de Dios en la iglesia y en el mundo. . . Todavía puedo sentarme frente a mi computadora y escribir. Y con frecuencia recibo palabras de agradecimiento por lo que escribo.

No estoy apegado a nada de este mundo. Pero el amor de Cristo me constriñe a servirle aquí todavía. Y haciendo esto siento su presencia en mi como algo muy real, muy vívido. Tengo en mí un anticipo del Cielo. De esta manera me lleno del gozo del Señor y recibo fuerzas para seguir adelante.

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